“Era como una fiesta.
Pero después de un rato… porque no podía moverse, me aburría y me iba en busca de chicas nuevas. “
Y las calles de Colombia en aquella década no eran precisamente la mejor escuela que se podía tener; el incremento del crimen con respecto al resto de países era cincuenta veces más alto que lo habitual en el resto del mundo.
Cuando Pedro tiene 8 años, su madre los sorprende intentando mantener relaciones sexuales con su hermana más joven y lo echa de casa. Así Pedro comienza a vagar sin rumbo fijo por las peligrosas calles, explorando lugares y barrios a los que nunca había llegado. A los pocos días de su exilio y engañado por un hombre viejo que le ofrece comida y cobijo, Pedro es sodomizado en varias ocasiones antes de ser devuelto a los oscuros callejones.
“Es como comer pollo. ¿Por qué comer pollo de edad cuando se puede tener el pollo joven? “
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Ha pasado ya un año desde que Pedro vaga por los suburbios de su ciudad y decide cambiar de aires. Sin rumbo declarado, acaba en la ciudad de Bogotá donde por un tiempo, cambiará su suerte. Un ciudadano americano se apiada de él y lo ampara en su familia. Pedro tiene casa, comida e incluso es escolarizado, pero el sino de Pedro no es la fortuna y pocos años después, cuando tiene 12 años, un maestro del colegio le agrede sexualmente de nuevo y los miedos retornan a él, roba dinero de la oficina del colegio y de nuevo, se lanza a las calles.
La guerra civil ya ha terminado y el país intenta reestructurarse, nuevas fábricas comienzan a abrirse y se abren nuevas posibilidades. Pero Pedro no tiene ninguna experiencia laboral y es rechazado sistemáticamente en todos los lugares donde busca trabajo y se ve obligado a el único oficio que ha aprendido en las calles; robar automóviles.
No tarde en convertirse en uno de los ladrones más habilidosos en su campo, llegando a convertirse en un delincuente admirado por los aprendices y muy solicitado por los que controlan el negocio. Pero en 1969, cuando tiene 18 años, sus habilidades no evitan que sea apresado y condenado a 7 años de prisión.
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“El momento de la muerte es apasionante, y excitante.
Algún día, cuando esté en libertad, sentiré ese momento de nuevo.
Estaré encantado de volver a matar. Es mi misión “.
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Pero en el interior de Pedro, su acto vengativo ha hecho germinar una semilla oscura de poder. Han desaparecido sus miedos y, a partir de ahora, nadie volverá a abusar de él sino que él se convertirá en el abusador y cuando quiera algo, simplemente lo cogerá, pese a que para satisfacer sus deseos tenga que acabar con la vida de seres inocentes.
Debido al abuso mental que soportó en las manos de su madre durante sus años tempranos había crecido temeroso de las mujeres. La comunicación social con ellas era impracticable, y satisfacía sus deseos con libros pornográficos y revistas. En la mente de Pedro su madre tenía la culpa de todo el sufrimiento de su vida y dolor de su corazón.
En 1978 sale de prisión y comienza a viajar por todos los rincones de Perú dejando tras de sí un terrible reguero de violaciones y asesinatos. En pocos meses por lo menos cien muchachas jóvenes de tribus locales son atacadas violentamente por Pedro Alonso López, que tras asesinarlas, las entierra cuidadosamente.
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“Hay un momento maravilloso, un momento divino cuando tengo las manos alrededor de la garganta de una mujer joven.”
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A caballo entre Ecuador y Colombia, Pedro continúa con sus asesinatos con el mismo modus operandi y sus víctimas, como se supo más tarde, superan ya posiblemente las trescientas. Todas ellas niñas inocentes de entre 8 y 12 años, que Pedro cautiva con pequeños regalos para llevarlas a lugares apartados.
En 1980, una riada en Ambato, cerca de Ecuador, deja al descubierto una de las fosas de Pedro con los restos de cuatro niñas y la policía por fin comienza una investigación.
Al final, Pedro Alonso es apresado cuando intenta raptar a una niña de 12 años en el parking de un supermercado. La madre, María Poveda, da gritos de alerta cuando se percata de lo que está sucediendo y los comerciantes de la zona retienen a Pedro hasta que llega la policía.
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María Poveda junto a su hija
Pedro confesó a los investigadores que había asesinado por lo menos a 110 muchachas en Ecuador, 100 en Colombia, y “muchas más de 100″ en Perú.
“A mí me caen bien a las muchachas en Ecuador,” dijo, “son más dóciles y más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de extraños.“
En el curso de sus confesiones, Pedro justificó sus crímenes a su dura vida y a una adolescencia difícil y solitaria.
“Perdí mi inocencia a la edad de ocho años” explicó, “así que decidí hacer lo mismo a tantas muchachas jóvenes como pudiera.”
Cuando se le preguntó que hacía con estas víctimas, Pedro explicó que primero violaba a su víctima, y entonces la estrangulaba mientras miraba fijamente sus ojos. Quería tocar el placer más profundo y de la excitación sexual más profunda antes que su vida se marchitara. Siguió declarando que el horror continuaría aun después de su muerte.
Pedro llevó a la policía hasta los lugares donde había enterrado a sus víctimas, en una de ellas se descubrieron 53 cadáveres de niñas. De este modo, recorrieron más de 28 fosas. En algunas de ellas no se encontró nada, pero se atribuyó la desaparición de los restos a las riadas o a la acción de las alimañas.
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Otra vez y de nuevo nos encontramos ante un vínculo común de tantos y tantos asesinos en serie. Una infancia traumática en una familia desestructurada y una serie de abusos, tanto físicos como psicológicos en sus primeros años de vida. Y de nuevo, la misma pregunta ¿Es esto suficiente para disculpar sus posteriores actos psicópatas?
En el caso de Pedro Alonso López, habría que recordar que tuvo 12 hermanos más que crecieron en sus mismas condiciones, y ninguno de ellos fue a posteriori asesino en serie como él.
Fuente: http://tejiendoelmundo.wordpress.com
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